La referencia somos nosotros, no los demás.

Para la mayoría, la vida ideal es la vida que no llevamos, sino lo que llevan otras personas. Un proverbio francés asegura: “Aquello que no puedes conseguir, es justo aquello que a ti te va bien”. Lo que nos hace infelices son nuestras creencias falsas e irrazonables respecto a lo felices que son los demás. Parece que nos hayan hechizado para que creamos que la gente que tiene más poder y riqueza, y es más famosa que nosotros, no tiene problemas o dificultades. Y, sin embargo, los tiene. Bárbara Streisand dijo: “¡Oh, Dios, no me tengan envidia porque tengo mis propias penas!”.

Es fácil caer en la trampa y pensar que, prácticamente, todos los demás tienen una vida mucho más fácil. La envidia es la satisfacción y felicidad que usted cree que los demás tienen y no acostumbra a proporcionar beneficio alguno. Alguien dijo una vez: “La envidia es como el ácido; corroe el contenedor en que está”. No se puede ser envidioso y feliz a la vez. La envidia significa que no es capaz de darse cuenta de sus propias capacidades y que está insatisfecho consigo mismo. Puede acabar admirando tanto la suerte de otra persona que se sienta altamente insatisfecho con la propia.

Harry Stack Sullivan definió la envidia como “un sentimiento de aguda incomodidad, determinada por el descubrimiento de que otro posee algo que nosotros creemos que deberíamos tener”. El discurso del envidioso es repetitivo, monocorde y compulsivo respecto de lo que envidia y de con quién compite.  Pendiente de lo que tienen los demás, evita reconocer lo que tiene y nada o poco hace para sacarle partido. Su vida no gira sobre su realidad, sino sobre lo que desea conseguir y , en definitiva, sobre lo que echa en falta. La insatisfacción, la frustración y la rabia, le dominan y hacen que su vida le resulte poco grata.

Tenga cuidado a la hora de hacer comparaciones. La mejor manera de disfrutar su vida es no compararla con la de los demás. Comparar su posición con la de otros puede hacer que sienta desilusión y frustración y puede acabar por pensar bien, injustamente, de otros y no gustarse usted. Joseph Roux lo resumió así: “Me fijo en lo que tengo y pienso que soy desgraciado; otros se fijan en lo que tengo y piensan que soy feliz”. No se preocupe del hecho de que haya personas que acumulen más posesiones que usted. Invertir tiempo y energía envidiando a los demás, o a sus posesiones, es desperdiciar su preciosa vida. Es demasiado corta para pasarla deseando tener lo que tienen otros que son más ricos que usted (y eso de ser rico es otro tema, ya que la riqueza no es sólo material).

Deje de gimotear diciendo que su vida no es tan buena como la de otros. Habrá muchos días en que las circunstancias profesionales, financieras o personales no serán tan maravillosas como le gustaría que fueran. No permita que eso le distraiga de todas las cosas buenas que suceden en su vida. En lugar de concentrarse en lo que tiene el mundo de malo, hágalo en lo que tiene de bueno. Si insiste en criticar y quejarse, pase cuatro veces más tiempo alabando las cosas buenas y expresando gratitud. Así es como debería ser; los estudios indican que el 80 por ciento de los acontecimientos de nuestras vidas son positivos y que el 20 por ciento son negativos.

Estar agradecido por lo que tiene hará maravillas por su bienestar. Ken Keynes, Jr., Dijo: “La felicidad se experimenta cuando la vida nos da lo que estamos dispuestos a aceptar”. Jennie Jerome Churchill estaba de acuerdo: “La vida no siempre es lo que uno quiere que sea, pero la única manera de ser feliz es sacarle el máximo provecho tal como es”. Y un sabio anónimo dijo: “La mejor manera de que una persona tenga pensamientos felices es que cuente sus bendiciones y no su dinero”.

Si se toma el tiempo necesario para mirar, verá que hay muchas cosas que apreciar y celebrar. El mundo es, de verdad, un lugar maravilloso cuando usted quiere que así sea. Relájese y cuente sus bendiciones con mayor frecuencia. Cuanto más disfrute usted en estas situaciones, menos se comparará con los demás. Muestre más consideración y gratitud por lo que tiene y por quien es, y la felicidad y la satisfacción fluirán de forma natural.

Para prevenir la envidia, es bueno:

  • Estimular la empatía, la capacidad de ponernos en lugar del otro.
  • Favorecer la confianza en uno mismo y en los demás, desarrollando expectativas y modelos positivos sobre las relaciones sociales.
  • Establecer en la infancia relaciones correctas y equilibradas con los demás niños.
  • Relativizar las diferencias sociales y adquirir habilidades para elegir adecuadamente con quién, cómo y cuándo compararse.
  • Valorar correctamente nuestra capacidad, sin infravalorarnos ni sobrevalorarnos.
  • Colaborar (tanto dar a los demás como solicitar ayuda), es un buen medio para dotarnos de la pericia que requiere resolver los conflictos que causan envidia.
  • Acostumbrarse a centrar la atención en los aspectos más positivos de la realidad, no siempre en los negativos.
  • Relativizar el éxito propio. Y, si es posible, tomarlo incluso un poco en broma.
  • Interpretar nuestro progreso personal mediante la comparación con nuestras competencias y habilidades, no con las de otros.

Fuente: 101 cosas que ya sabes, pero siempre olvidas. Amat Editorial. Ernie J. Zelinski y revista.consumer.es

Envidiar… es sinónimo de no estar haciendo muchas cosas.

-Juan Carlos Caramés Paz.