La primera vez que escuché este término me llamó poderosamente la atención. Nunca me imaginé su significado y lo que puede representar en la vida, para muchos de nosotros.

El diccionario define la procrastinación (del latín: pro, adelante, y crastinus, referente al futuro), como el arte de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables. Es decir, el arte de hacer, primero lo que me gusta, y después, quizás, todo lo que sea importante.

El término se aplica comúnmente al sentido de ansiedad generado ante una tarea pendiente de concluir. El acto que se pospone puede ser percibido como abrumador, desafiante, inquietante, peligroso, difícil, tedioso o aburrido, es decir, estresante, por lo cual se autojustifica posponerlo a un futuro idealizado, en que lo importante es supeditado a lo urgente.

La procrastinación como síndrome que evade responsabilizarse posponiendo tareas a realizar, puede llevar al individuo a refugiarse en actividades ajenas a su cometido. La costumbre de posponer, si bien no se ha demostrado cabalmente, puede generar dependencia de diversos elementos externos, tales como navegar en Internet, leer libros, salir de compras, comer compulsivamente o dejarse absorber en exceso por la rutina laboral, entre otras, como pretexto para evadir alguna responsabilidad, acción o decisión.

La procrastinación, en particular, es un problema de autorregulación y de organización del tiempo. Su solución consistiría, entre otras cosas, en lograr una adecuada organización del tiempo, concentrándose en realizar las tareas importantes que tienen un plazo de finalización más cercano. Quien pospone o procrastina una decisión, por no sentirse preparado -esperando que todo se resuelva por sí solo- suele aducir que lo hará después «… en cuanto tenga tiempo», con lo que está presentando, en el fondo, una conducta evasiva.

La clave para controlar este hábito (que puede ser destructivo en su vida), es reconocer cuando comienzas a postergar las cosas, entender por qué sucede, y tomar medidas de acción para administrar tu tiempo y obtener mejores resultados.

En pocas palabras, usted procrastina cuando dejas fuera las cosas en las que deberías estar enfocado en estos momentos, por lo general, a favor de hacer algo que te es más agradable o con lo que te sientes más cómodo. Podríamos decir por algo que no te saque de tu zona de confort, te incomode o te guste demasiado.

Reconozca cuando esté demorando algo (es uno de los secretos para evitar la procrastinación). Si eres honesto contigo mismo, probablemente sabes cuando estás postergando. Pero para que puedas estar seguro, aquí te dejo unas preguntas de autocomprobación:

  • ¿Llenas tu día con las tareas de baja prioridad que se encuentra en tu lista de cosas por hacer?
  • ¿Lees los correos electrónicos varias veces sin empezar a trabajar en ellos o decidir lo que vas a hacer con ellos?
  • ¿Te sientas a iniciar una tarea de alta prioridad, y casi de inmediato sales a tomar una taza de café, te pones a ver televisión, o simplemente, revisas todos los mensajes de tu celular?
  • ¿Tienes una actividad en tu lista de tareas pendientes desde hace mucho tiempo, a pesar de saber que es importante?
  • ¿Dices que “Sí” a tareas sin importancia que otros te piden que hagas, llenando tu tiempo con ellas en lugar de seguir adelante con las tareas importantes que ya están en su lista?
  • ¿Esperas por el “estado de ánimo adecuado” o el “momento oportuno” para hacer frente a la importante tarea que tienes pendiente?

Saca tus propias conclusiones, con las respuestas a las preguntas anteriores, y te darás cuenta que algo no está bien. Estás procrastinando, y no lo sabes.

Hay otras maneras de saber, si tu grado de procrastinar, está fuera de la óptica adecuada. Veamos, si los siguientes contextos, te ayudan en algo…

Procrastinas cuando dejas para algún día hacer realidad ese sueño que te quita el sueño. Te cuesta ubicar el día para arrancar en definitiva, y se te van pasando los días frente a tus propias narices. Siempre encuentras la perfecta excusa, para un “después”.

Procrastinas cuando no te reconcilias con alguien, por un mal entendido o por una pequeña diferencia, que en definitiva (en el fondo) sabes es una tontería. Mantienes una especie de reconcomio contra alguien, el cual sabes hay que arreglar, pero nunca encuentras el momento.

Procrastinas cuando abandonas tus pasiones, lo que realmente te gusta en la vida. Ya aquí no es poner urgente lo importante, sino tener tantos importantes, sin hacer valer lo que llena de aventura tu vida. Dejas de hacer lo que te gusta, por llenar la vida de pura rutina y trabajo.

Procrastinas cuando no tienes responsabilidad sobre el tiempo que te gobierna. Sabes muy bien, que todas las labores tienen su tiempo, y que atentar contra ello, perjudica la ejecución de todas tus labores. Debes aprender a priorizar  las cosas importantes, y acometerlas en el tiempo promedio esperado. Deja que lo urgente no aparezca. Cuando la urgencia invade tu vida, puede ser desorganización, o simplemente la consecuencias de haber dejado para último momento, las cosas, que tú mismo sabías, no debiste haber dejado de hacer.

Un poco de procrastinación en la vida, no tiene nada de malo. En algún momento se te pueden complicar las cosas, por hacer algo que prefieres hacer, en vez de otra tarea importante. Pero cuando ocurre con frecuencia, ya deja de ser normal, y te hace padecer sus consecuencias. Te vuelves esclavo del estrés, la desesperación, andar apurado y bajo presión, tensión y  despistes.

Tus resultados no suelen ser los mejores y tu proyección en la vida tampoco. Pon la lupa en tu rutina, y averigua si procrastinas más de lo debido, o tienes control sobre tu vida.